DOMINGO 1 DE JULIO
DOMINGO 13 DEL TIEMPO ORDINARIO (CICLO B)
1ª
Lectura: Sabiduría 1,13-15; 2,23-24
Salmo
29: Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.
2ª
Lectura: 2ª Corintios 8,7.9.13-15
PALABRA DEL DÍA
Marcos 5,21-43
“En aquel tiempo, Jesús atravesó de nuevo en barca a la
otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor, y se quedó junto al lago.
Se le acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y, al verlo, se echó
a sus pies, rogándole con insistencia: -Mi niña está en las últimas; ven, pon
las manos sobre ella, para que se cure y viva. Jesús se fue con él, acompañado
de mucha gente que lo apretujaba. Había una mujer que padecía flujos de sangre
desde hacia doce años. Muchos médicos la habían sometido a toda clase de
tratamientos, y se había gastado en eso toda su fortuna; pero, en vez de
mejorar, se había puesto peor. Oyó hablar de Jesús y, acercándose por detrás,
entre la gente, le tocó el manto, pensando que con solo tocarle el vestido
curaría. Inmediatamente se secó la fuente de sus hemorragias, y notó que su
cuerpo estaba curado. Jesús, notando que había salido fuerza de él, se volvió
en seguida, en medio de la gente, preguntando: -¿Quién me ha tocado el manto?
Los discípulos le contestaron: -Ves como te apretuja la gente y preguntas:
“¿Quién me ha tocado?”. Él seguía mirando alrededor, para ver quien había sido.
La mujer se acercó asustada y temblorosa, al comprender lo que había pasado, se
le echó a los pies y le confesó todo. Él le dijo: -Hija, tu fe te ha curado.
Vete en paz y con salud. Todavía estaba hablando, cuando llegaron de casa del
jefe de la sinagoga para decirle: -Tu hija se la muerto. ¿Para qué molestar más
al maestro? Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la
sinagoga: -No temas; basta que tengas fe. No permitió que le acompañara nadie,
más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegaron a casa del
jefe de la sinagoga y encontró el alboroto de los que lloraban y se lamentaban
a gritos. Entró y les dijo: -¿Qué estrépitos y qué lloros son estos? La niña no
está muerta está dormida. Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos y, con
el padre y la madre de la niña y sus acompañantes, entró donde estaba la niña,
la cogió de la mano y le dijo: -Talitha qumi”(que significa: “contigo hablo,
niña, levántate”). La niña se puso en pie inmediatamente y echó a andar, tenía
doce años. Y se quedaron viendo visiones. Les insistió en que nadie se
enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña”.
REFLEXIÓN
Goethe
decía: “El milagro, es el niño preferido de la fe”. Por eso Jesús no hacía
milagros por puro lucimiento, por fama, por poder o prestigio y mucho menos
donde faltaba la fe. La coletilla que acompañaba siempre al milagro era como
las del evangelio de hoy, a la mujer que padecía flujos de sangre: “Hija, tu fe te ha salvado”. A Jairo, el
jefe de la sinagoga: “No temas; basta que
tengas fe”.
La
fama de Jesús no tardó en extenderse. Sus palabras sorprendían. Sus prodigios
eran comentados. Su perdón no dejaba a nadie indiferente. Su mirada sorprendía,
porque miraba amando. Muy pronto se
convirtió en alguien especial que era buscado, esperado y requerido para sanar
y cambiar la realidad de sufrimiento que vivían muchas personas: “Mi niña está en las últimas; ven, pon las
manos sobre ella, para que se cure y viva”. Quien le tocaba quedaba curado.
Quien le escuchaba quedaba transformado. Quien le seguía descubría un horizonte
nuevo de vida.
El
Evangelio nos enseña a “tocar la realidad” a entrar en contacto con las
personas y las situaciones que viven. Tocar la realidad es sentir que el otro
me pertenece, que su vida forma parte de la mía, que su dolor me duele. Un
mensaje que supera la solidaridad para convertirse en auténtica experiencia
fraterna. Tocar la realidad nos transforma y nos salva.
La
voluntad de Dios es la vida de las personas: “Yo he venido para que tengáis vida y la tengáis en plenitud”. Su
alegría es nuestro bien. Dios apuesta ilimitadamente por nosotros, por nuestro
bien y por el bien de todo el mundo. Su proyecto de amor lo vemos en la
actividad sanadora de Jesús y en su entrega apasionada y absoluta por cada
persona. La alegría y la voluntad de Dios es la felicidad de todos y cada uno
de sus hijos.
ENTRA Y ORA EN TU INTERIOR.
La generosidad es la distinción del
creyente. Es la actitud de aquel que ha sentido el amor y la entrega de
Jesucristo. Es la actividad de toda la comunidad cristiana, la Iglesia, que se
desvive por los favoritos del Evangelio: los necesitados. La generosidad, la
solidaridad y el trabajo por la justicia es participación del plan salvador de
Dios que sigue actuando hoy. La Iglesia es sacramento de Dios, testimonio de
vida, y apuesta por todos. Trabajar por la vida de las personas y hacer
presente hoy, con todos, la salvación de Dios. Igualar la realidad para que
nadie quede postrado. Compartir los recursos y ayudar a levantar a quien la
historia, la vida o el entorno ha dejado por los suelos. En definitiva, repetir
lo que hizo Jesucristo.
Dios transforma todo lo que toca. Él quiere la vida y
la felicidad de sus Hijos. Nosotros sentimos que nos ama y nos desea. Nuestra
respuesta es una vida que piensa en el prójimo y que apuesta por un mundo donde
nadie pase necesidad. Aún queda mucho por hacer, pero juntos podemos hacerlo
posible.
ORACIÓN
FINAL
Padre
de bondad, que por medio de tu gracia nos has hecho hijos de la luz, concédenos
vivir fuera de las tinieblas del error y permanecer siempre en el esplendor de
la verdad. Por Jesucristo Ntro. Señor. Amén.
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