10 DE JUNIO
JUEVES O DOMINGO DESPUÉS DE
LA SANTÍSIMA TRINIDAD
SOLEMNIDAD DEL SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE JESÚS
DÍA NACIONAL DE CARIDAD
1ª
Lectura: Éxodo 24, 3-8
Salmo:
115
2ª
Lectura: Hebreos 9,11-15
“TOMAD, ESTO ES MI CUERPO… ESTA ES
MI SANGRE DE LA NUEVA ALIANZA,
DERRAMADA POR TODOS”
PALABRA DEL DÍA
Marcos 14,12-26
“El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el
cordero Pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos: “¿Dónde quieres que vayamos
a prepararte la cena de Pascua?”. Él envió a dos discípulos, diciéndoles: “Id a
la ciudad, encontraréis un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo y, en
la casa en que entre, decidle al dueño: “El Maestro pregunta: ¿Dónde está la
habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?”. Os enseñará una sala
grande en el piso de arriba, arreglada con divanes. Preparadnos allí la cena”.
Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había
dicho y prepararon la cena de Pascua. Mientras comían, Jesús tomó un pan,
pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, diciendo: “Tomad, esto es mi
cuerpo”. Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se lo dio, y todos
bebieron. Y les dijo: “esta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por
todos. Os aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que
beba el vino nuevo en el Reino de Dios. Después de cantar el salmo, salieron
para el monte de los Olivos”.
REFLEXIÓN
La
Iglesia vive de la Eucaristía: el amor de Cristo reúne a los hijos de Dios, se
ofrece por ellos, los alimenta, los envía. Y se ha de conocer que han
participado en tan grande sacramento por el amor que ofrecen a sus hermanos de
toda raza, pueblo y nación.
Dar la vida y entregarse con
generosidad a favor de los demás, es la prueba más evidente y grande del amor:
La Eucaristía nos acerca siempre a aquel amor que es más grande que la muerte.
Amor inagotable que sale al encuentro del corazón del hombre.
La Eucaristía celebrada y vivida, se
convierte en escuela de amor, pues está evidenciando en la entrega de Cristo,
el valor del hombre ante Dios. La Eucaristía actualiza el servicio de Cristo
que no vino a ser servido sino a servir y dar la vida en rescate por todos, y
es lugar de renovación de la misión de la Iglesia, sobre todo a favor de los
más necesitados.
Quien coma de este pan vivirá para
siempre, nos dijo Jesús. Comer de este pan de la Eucaristía es exigencia de
compartir. Comer de este pan, significa que no debe haber nunca un pobre debajo
de nuestra mesa comiendo las migajas que caen de ella, sino sentado a nuestro
lado.
En el día final seremos juzgados y
reconocidos por cuanto se haya hecho en el amor y servicio a los demás: tuve
hambre y me diste de comer.... Si Cristo se ofrece de una manera tan
sacrificada en la eucaristía, el que come de este pan santo ha de entregarse
por los demás.
La Eucaristía ha de llevarnos a
ponernos junto a las esperanzas y angustias de los hombres y mujeres de nuestro
tiempo, particularmente de los pobres. Nada de lo auténticamente humano debe
dejarnos indiferentes.
El cristiano es el que siente como
suyas las alegrías, las tristezas, los sufrimientos, los dolores de los demás.
El Cristiano es el que sabe llorar
con el que llora, reír con el que ríe, sufrir con el que sufre.
Por eso no podemos separar
Eucaristía y Caridad, no somos una ONG. Nuestro ejercicio de la solidaridad y
de la caridad es consecuencia de nuestro ser cristiano, es consecuencia del
amor derramado en nuestros corazones por Cristo Jesús, que en el sacramento
eucarístico se hace alimento para el camino y primicia de vida eterna.
Por eso, compartir con los demás, no
es sólo un gesto solidario, sino también expresión del amor fraterno que, como
gracia y favor de Dios, se ha recibido. Es una forma de manifestar la gratitud
a Dios, que nos ha dado los bienes de mundo y la gracia de tener el corazón
abierto al amor de los demás.
Este es mi mandamiento: que os améis
unos a otros. La caridad no es una simple ayuda, sino la expresión del amor de
Dios. En esto se manifestará que hemos conocido a Dios y que hemos pasado de la
muerte a la vida, en que amamos a los hermanos.
El amor fraterno es la señal luminosa
del amor de Dios. Si con Dios se vive, con su amor se ama y se sirve a los
demás.
¿Cómo no vamos a amar a nuestros
hermanos habiendo sido nosotros amados de tal manera por Dios que nos ha dado a
su propio Hijo?.
Los cristianos tenemos un testamento
nuevo, un sacrificio nuevo, un mandamiento nuevo, un alimento nuevo. Esto nos
tiene que convertir en hombres nuevos capaces de crear una nueva humanidad, una
nueva civilización del amor.
Y es precisamente en la Eucaristía
donde resplandece y continua en el tiempo esa novedad del misterio pascual y
del amor fraterno y universa.
La Eucaristía es acción de gracias y
la caridad reconocimiento. Si Dios nos amó de esta manera, también nosotros
debemos amarnos.
La Eucaristía es alabanza de las
maravillas de Dios, la caridad, hacer vivo el amor de Cristo: amaos los unos a
los otros como yo os he amado.
La Eucaristía es sacrificio y la
caridad amor en la entrega: aunque me dejara quemar vivo, si no tengo caridad
de nada me sirve, dice Pablo en primera Corintios 13.
La Eucaristía es presencia
escondida. La caridad es coherencia y sinceridad: el que no ama a su hermano a
quién ve, cómo va a amar a Dios al que no ve?.
La Eucaristía, en fin, es fuente y
cima de la vida cristiana. Y la caridad es la señal de que somos reconocidos
como discípulos de Cristo: en esto se conocerá que sois discípulos míos, en el
amor que exista entre vosotros.
Esta será la medida con la que nos
medirán en el último día.
Esperamos, por la misericordia de
Dios, escuchar en aquel momento, las
palabras: Venid benditos de mi Padre, heredad el reino que os tenía preparado
desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre y me distéis de comer, tuve sed
y me distéis de beber, estuve enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis
a verme.
Y ojalá respondamos: bendito tu,
Señor, porque yo era el hambriento y me diste el pan del cielo que es tu
cuerpo. Porque yo era el sediento y me diste
a beber la copa de tu sangre. Porque yo estaba desnudo y me vestiste con
traje de fiesta.
ENTRA Y ORA EN TU
INTERIOR
La Eucaristía es acción de gracias y la caridad reconocimiento: Si
Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos.
La
Euistía es alabanza de las maravillas de Dios; la caridad, hace vivo el amor
de Cristo: amaos los unos a los otros como yo os he amado.
La
Eucaristía es sacrificio y la caridad amor en la entrega: aunque me dejara
quemar vivo, si no tengo caridad de nada me sirve, dice Pablo en 1 Cor 13.
La
Eucaristía es presencia escondida. La caridad es coherencia y sinceridad: el
que no ama a su hermano a quien ve, ¿cómo va a amar a Dios al que no ve?.
La
Eucaristía, en fin, es fuente y cima de la vida cristiana. Y la caridad es la
señal de que somos reconocidos como discípulos de Cristo: en esto se conoce que
sois discípulos míos, en el amor que exista entre vosotros. Esta será la medida
con la que nos medirán en el último día.
Esperamos,
por la misericordia de Dios, escuchar en aquel momento, las palabras: “Venid
benditos de mi Padre, heredad el reino que os tenía preparado desde el comienzo
del mundo, porque tuve hambre y me distéis de comer, tuve sed y me distéis de
beber, estuve denudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis en la cárcel y
vinisteis a verme”. Y tendremos que responder bendito tú, Señor, porque yo era
el hambriento y me diste el pan del cielo que es tu cuerpo. Porque yo era el
sediento y me diste a beber la copa de tu sangre. Y los justos irán a la vida
eterna.
ORACIÓN FINAL
¡Oh Dios! Que en este admirable sacramento nos
dejaste el memorial de tu pasión, concédenos como te pedimos, venerar de tal
modo los sagrados misterios de tu cuerpo y de tu sangre, que experimentemos,
constantemente en nosotros, los frutos de tu redención. Amén.
TESTIMONIO
Tu primera comunión
mayo 28, 2012
"Zorionak, Aimar! Zorionak, Malen, Andoni, Ander, Libe,
Ioritz… Hoy hacéis vuestra primera comunión, o la acabáis de hacer en estos
domingos floridos de mayo. Veros juntos y mirar vuestras caras es como mirar el
campo verde, lleno de cantos. ¡Cómo me alegro de veros contentos y de veros
jugar en los tiempos que corren!. ¡Cómo me alegro de veros recibir el pan de la
vida en la mesa de Jesús!.
¡Oh, el pan!. Mirad el pan, Aimar. El pan que hacen tu
padre y tus tíos, como el pan de la abuela, en el horno del caserío. La hostia
es pan, y el pan es tierra y agua, aire y fuego, electrones que danzan y
estrellas de fuego formando galaxias. Cada pequeña hostia es el cosmos
infinito, y cada hogaza redonda es santa como la hostia redonda de la primera
comunión.
Mirad el pan. Cada trocito de pan es la historia del
mundo desde el primer Big Bang, y desde mucho antes, aunque no sabemos
nada de lo que hubo antes. Pero todo está en ese trocito de pan. Todas las
tierras labradas, las mañanas frías, los días soleados, los brotes tiernos, las
lluvias de la primavera, las espigas verdes y las amapolas rojas, el grano
molido, la harina lisa como la piel o como la playa. Y todas las savias, todo
los colores. Todo lleno de vida, lleno de Dios, desde siempre hasta siempre.
Mirad el pan con vuestros pequeños ojos tan limpios
todavía. En un trocito de pan, en esa pequeña hostia se contiene la historia de
toda la humanidad, tan bella y tan dura. Mirad el pan: así somos. Somos esa
pequeña hostia de pan sagrado y sabroso, de pan sufrido y lleno de sueños.
Por eso a Jesús le gustaba tanto el pan, y también el
vino: porque de eso vivía la pobre gente. Y comía y bebía alegremente con
todos, pero sobre todo con la gente que los “justos” despreciaban como impuros,
pecadores y herejes. Por eso le llamaron comilón y borracho, “amigo de
pecadores” y hasta de prostitutas. Pero a él no le importaba. Y soñaba cada
día que muy pronto, muy pronto, ya no habría más injusticia en la Tierra, ni
deudas, ni hipotecas, ni gente sin casa y sin pan. Soñaba que habría pan y vino
en abundancia para todos, y que todo el mundo se podría sentar en la misma mesa
para un gran banquete. Y a los que se creían justos les decía: “Las
prostitutas irán por delante de vosotros al banquete de Dios”.
Eso era otro mundo, pero en este mundo, y a los
poderosos no les convenía. Jesús presintió que iban a por él, y no se le
ocurrió cosa mejor que organizar una alegre cena de despedida con sus amigas y
amigos, y con pan y vino. Y les dijo:
“Cuando os reunáis para comer pan y beber vino,
acordaos de mí y seguid brindando por mí y por la esperanza de otro mundo en
este mundo”.
Pues eso es la primera comunión y todas las
comuniones. Los amigos de Jesús nos reunimos para brindar con pan y vino por la
esperanza de Jesús, que es nuestra esperanza. Y lo mismo da que sea pan de
trigo o de mijo o de arroz o de maíz, y que sea vino de uva o manzana, cebada o
arroz o caña de azúcar, cualquier licor que alegre y dé sabor a la vida de la
pobre gente. Todo aquello que nutre y alegra es cuerpo de Jesús y cuerpo de
Dios.
Zorionak, felicidades, Aimar, Malen, Andoni, Ioritz!…
Disfrutad, jugad, creced. Sed alegres y buenos. Sed como Jesús, mejores que
nosotros. Y prometednos que pondréis un granito de trigo para que este mundo
sea como un pan grande, para que todos formemos el cuerpo de Dios, para que
cada día sea la primera comunión".
José Arregi Olaizola