viernes, 30 de octubre de 2015

2 DE NOVIEMBRE: CONMEMORACIÓN DE LOS FIELES DIFUNTOS.


“Venid, benditos de mi Padre, heredad el Reino que yo tenía preparado para vosotros desde el principio del mundo…”
2 DE NOVIEMBRE
CONMEMORACIÓN DE TODOS LOS FIELES DIFUNTOS
(3 formularios a libre elección del celebrante: Leccionario V.  Las tres lecturas deben escogerse, de los formularios propuestos o del leccionario de Difuntos: Leccionario VIII. Esta es mi propuesta)
1ª Lectura: Job 19,1.23-27
Yo sé que está vivo mi Redentor.
Salmo 22
El Señor es mi pastor, nada me falta.
2ª Lectura: Romanos 14,7-9.10-12
En la vida y en la muerte somos del Señor.
PALABRA DEL DÍA
Mateo 25,31-46
“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria, y serán reunidas ante él todas las naciones. Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces dirá al rey a los de su derecha: “Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme.” Entonces los justos le contestarán: “Señor, ¿cuándo te vimos  con hambre y te alimentamos, o con sed y de dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?” y el rey les dirá. “”Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis.” Y entonces dirá a los de su izquierda: “apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis.” Entonces también éstos contestarán: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?” Y él replicará: “Os aseguro que cada vez que no lo hicisteis con uno de éstos, los humildes, tampoco lo hicisteis conmigo.” Y éstos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.”
Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“Jesús dijo a sus discípulos:
"Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria rodeado de todos los ángeles, se sentará en su trono glorioso.
Todas las naciones serán reunidas en su presencia, y él separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos,
y pondrá a aquellas a su derecha y a estos a su izquierda.
Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: 'Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo,
porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron;
desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver'.
Los justos le responderán: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber?
¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos; desnudo, y te vestimos?
¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?'.
Y el Rey les responderá: 'Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo'.
Luego dirá a los de su izquierda: 'Aléjense de mí, malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles,
porque tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber;
estaba de paso, y no me alojaron; desnudo, y no me vistieron; enfermo y preso, y no me visitaron'.
Estos, a su vez, le preguntarán: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de paso o desnudo, enfermo o preso, y no te hemos socorrido?'.
Y él les responderá: 'Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo'.
Estos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida eterna".
REFLEXIÓN
"Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá” (Juan 11,21).
En este pequeño reproche de la hermana de Lázaro a Jesús, se expresan los dos sentimientos que nos embargan, ante el misterio de la muerte: dolor por la separación de un ser querido y, a la vez, como cristianos, esperanza firme de que se trata efectivamente de una separación, pero no de una pérdida. La vida humana, y de esto somos conscientes cuando se trata de la muerte de alguien a quien amamos, es demasiado valiosa para desaparecer sin rastro. Los cristianos creemos que la muerte no es término, sino tránsito; no es ruptura, sino transformación. Creemos además que, cuando nuestra existencia temporal llega al límite de sus posibilidades, en ese límite se encuentra no con el vacío de la nada, sino con las manos del Dios vivo, que acoge esa realidad entregada y convierte esa muerte en semilla de resurrección, sea de la forma que sea.
La muerte es ciertamente la crisis radical del hombre; alguien ha dicho irónicamente que ella es la expropiación forzosa de todo el ser y todo el haber de los humanos. Es además una crisis irrefutable, a la que el hombre no puede responder; quitándole el ser, la muerte le quita también la palabra; es muda y hace mudos.
Sólo Dios puede responder a esa interpelación, que también le toca a él; si realmente es el Dios fiel y veraz, el Padre misericordioso, el amigo y aliado del hombre, no puede contemplar indiferente lo que le ha ocurrido a su hijo. Dios está ahí para responder por él; y su respuesta es el cumplimiento de la promesa de vida y de resurrección.

Pablo decía a sus fieles de Tesalónica, en un trance parecido al que sufrimos con la pérdida de un ser querido: “No os aflijáis como los hombres sin esperanza”. El apóstol no prohíbe a sus cristianos la tristeza, pero les advierte que la suya no tiene que ser una tristeza desesperada. A la separación sucederá el reencuentro, en un plazo más o menos próximo, pero en todo caso seguro y ya a salvo de toda contingencia. El cristiano, como Cristo, no muere para permanecer en la muerte, sino para resucitar; no entrega la vida a fondo perdido; la devuelve a su Creador y en él alcanza vida eterna. Porque, notémoslo bien, no hay dos vidas, ésta y la otra; lo que se suele designar como “la otra vida” no es, en realidad, sino ésta plenificada, la que había comenzado con el bautismo y la fe: “Quién cree posee la vida eterna” (Jn. 5,24) y que ahora se consuma en la comunión inmediata con el ser mismo de Dios.
Por otra parte, estamos reunidos aquí también para rezar por nuestros hermanos difuntos. La separación que la muerte representa no significa que el que muere queda fuera del alcance de nuestro amor.
Nuestro amor le llega, en la medida en que lo necesite, en forma de oración y recuerdo. Y es toda la Iglesia la que ahora se une a nosotros, avalando, con su intercesión a estos hijos suyos en el momento de su encuentro con Dios. No se encuentran con Dios en solitario; nosotros estamos con ellos, la Iglesia estera está con ellos y evoca para ellos las palabras consoladoras del evangelio: “Ven, bendito de mi Padre, hereda el Reino que yo tenía preparado para ti desde el comienzo del mundo…”
Para Dios, ningún dolor, ningún sufrimiento se pierde, todos son asumidos en su cruz salvadora y redentora, la única que no juzga ni condena sino que perdona y acoge.
Con estos sentimientos de dolor esperanzado, de amor solidario, participemos en la eucaristía que ofrecemos ahora por el descanso de sus almas, pero a decir verdad, más de las nuestras, llenas de perjuicios y de falsas esperanzas; una Eucaristía que es, a la vez, celebración del encuentro con Cristo y expresión de nuestra fe en la resurrección.
San Agustín, escribía a su madre este poema, ya mucho lo conocéis, pero yo quiero volver a recordarlo, porque nos hace bien a todos:
No Llores Si Me Amas de San Agustín
“ No llores si me amas,
 si conocieras el don de Dios y lo que es el cielo!
 si pudieras oír el cántico de los ángeles
 y verme en medio de ellos!
 Si pudieras ver desarrollarse ante tus ojos; los horizontes, los campos
 y los nuevos senderos que atravieso!
 Si por un instante pudieras contemplar como yo,
 la belleza ante la cual las bellezas palidecen!
 Cómo!...¿Tú me has visto,
 me has amado en el país de las sombras
 y no te resignas a verme y
 amarme en el país de las inmutables realidades?
 Créeme.
 Cuando la muerte venga a romper las ligaduras
 como ha roto las que a mí me encadenaban,
 cuando llegue un día que Dios ha fijado y conoce,
 y tu alma venga a este cielo en que te ha precedido la mía,
 ese día volverás a verme,
 sentirás que te sigo amando,
 que te amé, y encontrarás mi corazón
 con todas sus ternuras purificadas.
 Volverás a verme en transfiguración, en éxtasis, feliz!
 ya no esperando la muerte, sino avanzando contigo,
 que te llevaré de la mano por
 senderos nuevos de Luz...y de Vida...
 Enjuga tu llanto y no llores si me amas!”
ENTRA EN TU INTERIOR
EN LAS MANOS DE DIOS 
 Los hombres de hoy no sabemos qué hacer con la muerte. A veces, lo único que se nos ocurre es ignorarla y no hablar de ella. Olvidar cuanto antes ese triste suceso, cumplir los trámites religiosos o civiles necesarios y volver de nuevo a nuestra vida cotidiana.
 Pero tarde o temprano, la muerte va visitando nuestros hogares arrancándonos nuestros seres más queridos. ¿Cómo reaccionar entonces ante esa muerte que nos arrebata para siempre a nuestra madre? ¿Qué actitud adoptar ante el esposo querido que nos dice su último adiós? ¿Que hacer ante el vacío que van dejando en nuestra vida tantos amigos y amigas?
 La muerte es una puerta que traspasa cada persona en solitario. Una vez cerrada la puerta, el muerto se nos oculta para siempre. No sabemos qué ha sido de él. Ese ser tan querido y cercano se nos pierde ahora en el misterio insondable de Dios. ¿Cómo relacionarnos con él
Los seguidores de Jesús no nos limitamos a asistir pasivamente al hecho de la muerte. Confiando en Cristo resucitado, lo acompañamos con amor y con nuestra plegaria en ese misterioso encuentro con Dios. En la liturgia cristiana por los difuntos no hay desolación, rebelión o desesperanza. En su centro solo una oración de confianza: “En tus manos, Padre de bondad, confiamos la vida de nuestro ser querido”

¿Qué sentido pueden tener hoy entre nosotros esos funerales en los que nos reunimos personas de diferente sensibilidad ante el misterio de la muerte? ¿Qué podemos hacer juntos: creyentes, menos creyentes, poco creyentes y también increyentes?
 A lo largo de estos años, hemos cambiado mucho por dentro. Nos hemos hecho más críticos, pero también más frágiles y vulnerables; somos más incrédulos, pero también más inseguros. No nos resulta fácil creer, pero es difícil no creer. Vivimos llenos de dudas e incertidumbres, pero no sabemos encontrar una esperanza.
 A veces, suelo invitar a quienes asisten a un funeral a hacer algo que todos podemos hacer, cada uno desde su pequeña fe. Decirle desde dentro a nuestro ser querido unas palabras que expresen nuestro amor a él y nuestra invocación humilde a Dios:
“Te seguimos queriendo, pero ya no sabemos cómo encontrarnos contigo ni qué hacer por ti. Nuestra fe es débil y no sabemos rezar bien. Pero te confiamos al amor de Dios, te dejamos en sus manos. Ese amor de Dios es hoy para ti un lugar más seguro que todo lo que nosotros te podemos ofrecer. Disfruta de la vida plena. Dios te quiere como nosotros no te hemos sabido querer. Un día nos volveremos a ver”.
José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
            Seremos juzgados según la aceptación o el rechazo de Cristo a quien no vemos en carne y hueso, pero que se identifica con cuantos sufren en la tierra de los hombres. El prójimo es así la pantalla de nuestra vida, el video para leer nuestra conducta, el espejo para recomponer nuestra figura cristiana, porque “quién no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve” (1Jn 4,20).
            La sensibilidad y solidaridad efectivas ante el dolor ajeno son, el termómetro de nuestro cristianismo.
            No basta una acción caritativa que por sistema se limitará tan solo a la limosna, que por otra parte solo sirve para tranquilizar nuestra conciencia la mayoría de las veces. La acción caritativa asistencial sirve para situaciones límite e inaplazables. Pero para dar de comer al hambriento hoy, mañana y pasado, hay que dar trabajo al parado, hay que transformar las estructuras sociales injustas de modo que el necesitado se sienta liberado de su pobreza y promocionado como persona libre.
            El cristiano que se inhibe ante los problemas sociales y las múltiples necesidades de su entorno, pensando que ese no es asunto suyo, olvida que el hombre es un ser que vive en sociedad y por tanto cualquier acción humana, incluidas la abstención u omisión, tiene, necesariamente, repercusiones sociales.
ORACIÓN
            Oh Dios, Padre bueno y justo, inclinándonos humildemente ante el misterio de unos designios que no comprendemos, te pedimos que escuches nuestras plegarias, ilumines las tinieblas en que nos sume nuestro dolor y concedas a nuestros hermanos difuntos vivir eternamente contigo en la felicidad de tu reino.

            El culto eucarístico debe reflejar el culto de nuestra vida, y al revés; porque se necesitan mutuamente. El culto completo del discípulo de Cristo se expresa en la solidaridad con el pobre, el que sufre, el hermano menor de Jesús. Esta es la religión que acepta el Señor.

Expliquemos el Evangelio a los niños.
Imágenes de Fano



Imagen para colorear.
“Venid vosotros, benditos de mi Padre…”


jueves, 29 de octubre de 2015

1 DE NOVIEMBRE: SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS.


“Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo”
1 DE NOVIEMBRE
SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS
1ª Lectura: Apocalipsis 7,2-4.9-14
Apareció en la visión una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar;
de toda nación, raza, pueblo y lengua.
Salmo 23: “Estos son los que buscan al Señor”
2ª Lectura: 1 Juan 3,1-3
Veremos a Dios tal cual es.
PALABRA DEL DÍA
Mateo 5,1-12
“En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y Él se puso a hablar, enseñándoles:
-Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados.
Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra.
Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los Hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo”.
Versión para Latinoamérica extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“Al ver a la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a él.

Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo:
-Felices los que tienen alma de pobre, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia.
Felices los afligidos, porque serán consolados.
Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.
Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia.
Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios.
Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios.
Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnien en toda forma a causa de mí.
Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo, de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron”.
REFLEXIÓN
            Hoy la Iglesia nos invita a reconocer a todos los santos, tanto a los que están reconocidos oficialmente porque han sido canonizados, como los santos que, sin estar en las celebraciones del calendario, pertenecen al conjunto de personas que en sus vidas siguieron al Señor. Por esto a los santos los encontramos en todas partes. Un ejército innumerable de santos que viven en sus casas, en sus trabajos, en sus familias, haciendo siempre, con amor, la voluntad de Dios. Personas que, por su humildad, comunican a Dios y lo llevan en su corazón. Sin ellos darse cuenta están dando a conocer a Cristo, predicando a Cristo, hablando de Cristo. Hay una multitud de salvados que, viviendo de manera normal y cotidiana, se santifican en medio del mundo. “apareció en la visión una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, raza, pueblo y lengua”, nos dice Juan en la primera lectura tomada del libro del apocalipsis.
            La Iglesia nos invita a hacer lo mismo a nosotros. A vivir la santidad en nuestra vida cotidiana, que es vivir tal como Jesús nos enseñó. Todos estamos llamados a vivir como cristianos como Dios nos enseñó: como padres de familia, como hijos, como estudiantes, como trabajadores, como sacerdotes. Aunque probablemente nunca seremos canonizados, el Señor nos pide que sigamos sus enseñanzas y que lo sigamos. Que vivamos como verdaderos hijos e hijas de Dios.
    
        Dios es el único santo y la fuente de toda santidad. Así pues, la santidad sólo puede venir de Dios, es un don, una gracia, un regalo que da el Señor a todas las personas, porque en él se halla la plena felicidad. De todos modos, es necesario también que la persona anhele y desee este don. Es necesaria, por parte de la persona, una respuesta generosa al don de Dios. Es imprescindible, así, manifestar nuestra fe con obras de santidad, imitando a los santos, pero en especial, al tres veces “santo”; el mismo Dios.
            Jesús con su vida, sus obras y su mensaje, nos muestra que la santidad cristiana no se encuentra en las manos, sino en el corazón; no se juega en la humanidad externa, sino en la interior. La santidad no es dedicarse a grandes plegarias y sacrificios. La santidad implica toda una manera de vivir el ser persona e imagen de Dios, que encuentra su resumen en el amor, en la caridad. La santidad es vivir en comunión con Dios. La santidad es la obediencia filial y amorosa al Padre de la misericordia. Lo que nos aproxima a la gracia, al don del amor de Dios, ya no son los lugares, ritos, objetos ni leyes, sino una persona: Jesucristo. En Jesucristo radica la santidad misma de Dios, es el Santo de Dios.
ENTRA EN TU INTERIOR
CREER EN EL CIELO
José Antonio Pagola
            En esta fiesta cristiana de Todos los Santos, quiero decir cómo entiendo y trato de vivir algunos rasgos de mi fe en la vida eterna. Quienes conocen y siguen a Jesucristo me entenderán.
            Creer en el cielo es para mí resistirme a aceptar que la vida de todos y de cada uno de nosotros es sólo un pequeño paréntesis entre dos inmensos vacíos. Apoyándome en Jesús intuyo, presiento, deseo y creo que Dios está conduciendo hacia su verdadera plenitud el deseo de vida, de justicia y de paz que se encierra en la creación y en el corazón de la humanidad.
            Creer en el cielo es para mí rebelarme con todas mis fuerzas a que esa inmensa mayoría de hombres, mujeres y niños, que solo han conocido en esta vida miseria, hambre, humillación y sufrimientos, quede enterrada para siempre en el olvido. Confiando en Jesús, creo en una vida donde ya no habrá pobreza ni dolor, nadie estará triste, nadie tendrá que llorar. Por fin podré ver a los que vienen en las pateras llegar a su verdadera patria.

            Creer en el cielo es para mí acercarme con esperanza a tantas personas sin salud, enfermos crónicos, minusválidos físicos y psíquicos, personas hundidas en la depresión y la angustia, cansadas de vivir y de luchar. Siguiendo a Jesús, creo que un día conocerán lo que es vivir con paz y salud total. Escucharán las palabras del Padre: entra para siempre en el gozo de tu Señor.
            No me resigno a que Dios sea para siempre un “Dios oculto”, del que no podamos conocer jamás su mirada, su ternura y sus abrazos. No me puedo hacer a la idea de no encontrarme nunca con Jesús. No me resigno a que tantos esfuerzos por un mundo más humano y dichoso se pierdan en el vacío. Quiero que un día los últimos sean los primeros y que las prostitutas nos precedan. Quiero conocer a los verdaderos santos de todas las religiones y todos los ateísmos, los que vivieron, amando en el anonimato y sin esperar nada.
            Un día podremos escuchar estas increíbles palabras que el apocalipsis pone en boca de Dios: “Al que tenga sed, yo le daré a beber gratis de la fuente de la vida”. ¡Gratis! Sin merecerlo. Así saciará Dios la sed de vida que hay en nosotros.
ORA EN TU INTERIOR
Concédenos la dicha, Señor,
de buscar las cosas pequeñas,
de ilusionarnos con los detalles,
de trabajar en lo que merece la pena.
Llévanos a la verdadera felicidad
que florece sin anunciarse,
que calma donde más quema,
que hace del amor un arte.
Dinos qué es santidad,
no porque nos creamos perfectos,
ni porque despreciemos al débil,
sino porque Tú ocupas el corazón nuestro.
Pedro Fraile. En la Hoja Dominical Eucaristía
Expliquemos el Evangelio a los niños
Imágenes de Fano.

“Experimentemos la alegría de ser bienaventurados”
Imagen para colorear.



lunes, 19 de octubre de 2015

25 DE OCTUBRE: XXX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO



“Maestro, que pueda ver”.
25 DE OCTUBRE
DOMINGO XXX DEL TIEMPO ORDINARIO (B)
1ª Lectura: Jeremías 31,7-9
Guiaréentre consuelos a los ciegos y cojos.
Salmo 125: “El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
2ª Lectura: Hebreos 5,1-6
Tú eres sacerdote eterno, según elrito de Melquisedec.
PALABRA DEL DÍA
Marcos 10,46-52
“En aquel tiempo, al salir de Jericó con sus discípulos y bastante gente, el ciego Bartimeo, el hijo de Timeo, estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar: -Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí. Muchos lo regañaban para que se callara. Pero él gritaba más: -Hijo de David, ten compasión de mí. Jesús se detuvo y dijo: -Llamadlo. Llamaron al ciego, diciéndole: -Ánimo, levántate, que te llama. Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús. Jesús le dijo: -¿qué quieres que haga por ti? El ciego le contestó: -Maestro, que pueda ver. Jesús le dijo: -anda, tu fe te ha curado. Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino”.
Versión parta América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“Después llegaron a Jericó. Cuando Jesús salía de allí, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud, el hijo de Timeo -Bartimeo, un mendigo ciego- estaba sentado junto al camino.
Al enterarse de que pasaba Jesús, el Nazareno, se puso a gritar: “¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí”.
Muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: “¡Hijo de David, ten piedad de mí!”.
Jesús se detuvo y dijo:“Llámenlo”. Entonces llamaron al ciego y le dijeron: “¡Ánimo, levántate! Él te llama”.
Y el ciego, arrojando su manto, se puso de pie de un salto y fue hacia él.
Jesús le preguntó: “¿Qué quieres que haga por ti?”. Él respondió: “Maestro, que yo pueda ver”.
Jesús le dijo: “Vete, tu fe te ha salvado”. En seguida comenzó a ver y lo siguió por el camino”.
REFLEXIÓN
Como dice el refranero popular: no hay peor ciego que aquel que no quiere ver. En este caso la gente que seguía a Jesús le seguía a él, pero no habían entendido su mensaje, y antes que convertirse en intercesores del pobre ciego ante Jesús, se convierten –creyendo que así son más fieles a Jesús- en auténticos distanciadores del ciego. Tanto es así que el ciego tiene ahora dos problemas; ni puede ver a Jesús, ni se le puede acercar. La imagen es tan gráfica que, si fuera un acontecimiento real en la vida de Jesús, parecería más bien una auténtica parábola.
Este ejemplo nos debería hacer pensar en cuántas veces nosotros como comunidad cristiana y como Iglesia, ejercemos también esta pastoral disuasoria. Sabemos perfectamente aquellos que no se pueden acercar a Jesús: los niños, los ciegos, los leprosos, los pecadores públicos, los que son causa de escándalo. Jesús nos sorprende y no sólo se acerca él mismo, personalmente, a ellos, sino que incluso algunas veces, para enseñarnos a nosotros lo que tenemos que hacer, hace que seamos nosotros mismos los que los llevemos a él. Ésta es la gran lección del evangelio de hoy. Más que marginar y distanciar, lo que tenemos que hacer es vencer nuestra ceguera y acercar a los demás, especialmente a los que tienen más dificultades hasta Jesús.
Si el ciego gritaba elogios a Jesús, como es llamarlo “Hijo de David”, rogándole al mismo tiempo que se compadeciera de él mientras la gente le regañaba, parece que Jesús también tiene que hacer oír su voz y hace que la multitud también se vea obligada a llamar al ciego. Es entonces, en este intercambio de gritos y de palabras, cuando la gente descubre el auténtico mensaje de Jesús: “Ánimo, levántate, que te llama”.
ENTRA EN TU INTERIOR
CON OJOS NUEVOS
La curación del ciego Bartimeo está narrada por Marcos para urgir a las comunidades cristianas a salir de su ceguera y mediocridad. Solo así seguirán a Jesús por el camino del evangelio. El relato es de sorprendente actualidad para la Iglesia de nuestros días.
Bartimeo es “un mendigo ciego sentado al borde del camino”. En su vida siempre es de noche. Ha oído hablar de Jesús, pero no conoce su rostro. No puede seguirle. Está junto al camino por el que marcha él, pero está fuera. ¿No es esta nuestra situación? ¿Cristianos ciegos, sentados junto al camino, incapaces de seguir a Jesús?
Entre nosotros es de noche. Desconocemos a Jesús. Nos falta luz para seguir su camino. Ignoramos hacia dónde se encamina la Iglesia. No sabemos siquiera qué futuro queremos para ella, instalados en una religión que no logra convertirnos en seguidores de Jesús, vivimos junto al evangelio, pero fuera. ¿Qué podemos hacer?
A pesar de su ceguera, Bartimeo capta que Jesús está pasando cerca de él. No duda un instante. Algo le dice que en Jesús está su salvación: “Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí”. Este grito repetido con fe va a desencadenar su curación.
Hoy se oye en la Iglesia quejas y lamentos, críticas, protestas y mutuas descalificaciones. No se escucha la oración humilde y confiada del ciego. Se nos ha olvidado que solo Jesús puede salvar a esta Iglesia. No percibimos su presencia cercana. Solo creemos en nosotros.
El ciego no ve, pero sabe escuchar la voz de Jesús que le llega a través de sus enviados: “Ánimo, levántate, que te llama”. Este es el clima que necesitamos crear en la Iglesia. Animarnos mutuamente a reaccionar. No seguir instalados en una religión convencional. Volver a Jesús que nos está llamando. Este es el primer objetivo pastoral.
El ciego reacciona de forma admirable: suelta el manto que le impide levantarse, da un salto en medio de su oscuridad y se acerca a Jesús. De su corazón solo brota una petición: “Maestro, que pueda ver”. Si sus ojos se abren, todo cambiará. El relato concluye diciendo que el ciego recobró la vista y “le seguía por el camino”.
Esta es la curación que necesitamos hoy los cristianos. El salto cualitativo que puede cambiar a la Iglesia. Si cambia nuestro modo de mirar a Jesús, si leemos su evangelio con ojos nuevos, si captamos la originalidad de su mensaje y nos apasionamos con su proyecto de un modo más humano, la fuerza de Jesús nos arrastrará. Nuestras comunidades conocerán la alegría de vivir siguiéndole de cerca.
José Antonio Pagola.

ORA EN TU INTERIOR
Éste es el mensaje que nosotros, como fieles seguidores de Jesús en el siglo XXI y en este Jubileo de la Misericordia que comenzaremos el 8 de diciembre,, tenemos que decir y repetir. Nosotros también estamos llamados y tenemos la misión de hacer levantar a la humanidad y acompañarla hasta Jesús. Ésta es la tarea de los seguidores y de los discípulos de Jesús. Y ésta es también ahora la misión de la Iglesia en el mundo. Nuestro discurso (con las palabras) y nuestras acciones (con la vida y el ejemplo) tienen que invitar a los que viven alejados de nuestra sociedad o distanciados de Jesús a poder levantarse de sus marginaciones sociales y poder acercarse a él. Frecuentemente parece como si los gritos de nuestro mundo, como los del ciego del evangelio de hoy, nos estorbasen. Demasiado a menudo parece que nosotros, como Iglesia y como comunidad, hacemos callar los gritos del mundo pero no los sabemos incorporar ni tampoco los sabemos conducir hacia Jesús.
Por eso, en el fondo, la curación del ciego Bartimeo es un anuncio de la curación que Jesús nos propone a todos, porque de hecho nos propone una nueva mirada sobre el mundo, sobre el camino de la vida y sobre aquellos que quedan al margen, responsabilizándonos de todos ellos. Pidámosle también al Señor, que tenga piedad de nosotros y que haga que cada vez veamos más. ¡Maestro, que pueda ver!
ORACIÓN
Aquí estoy, Señor, como el ciego al borde del camino…
Cansado, sudoroso, polvoriento, mendigo por necesidad y por oficio.
Pasas a mi lado y no te veo.
Tengo los ojos cerrados a la luz.
Costumbre, dolor, desaliento…
Sobre ellos han crecido duras escamas que me impiden verte.
¡Que vea, Señor, tus sendas!
¡Que vea, Señor, los caminos de la vida!
¡Que vea, Señor, ante todo, tu rostro, tus ojos, tu corazón!
Florentino Uribarri en (Hoja Dominical Eucaristía)

Expliquemos el evangelio a los niños
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martes, 13 de octubre de 2015

18 DE OCTUBRE: XXIX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO.


“…Vosotros, nada de eso: el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos”.
18 DE OCTUBRE
DOMINGO XXIX DEL TIEMPO ORDINARIO (B)
JORNADA MUNDIAL Y COLECTA POR LA EVANGELIZACIÓN DE LOS PUEBLOS
Primera Lectura: Isaías 53,10-11
Cuando entregue su vida como expiación, verá su descendencia, prolongará sus años.
Salmo 32
 Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros como lo esperamos de ti.
2ª Lectura: Hebreos 4,14-16
Acerquémonos con seguridad al trono de la gracia.
PALABRA DEL DÍA
Marcos 10,35-45
“En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron: -Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir. Les preguntó: -¿Qué queréis que haga por vosotros? Contestaron: -Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda. Jesús replicó: -No sabéis lo que pedís, ¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar? Contestaron: -Lo somos. Jesús les dijo: -El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y os bautizaréis con el bautismo con que yo me voy a bautizar, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; está ya reservado. Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan. Jesús, reuniéndolos, les dijo: -Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. Vosotros, nada de eso: el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos”.
Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“Jesús parece sorprendido. «No sabéis lo que pedís». No le han entendido nada. Con paciencia grande los invita a que se pregunten si son capaces de compartir su destino doloroso. Cuando se enteran de lo que ocurre, los otros diez discípulos se llenan de indignación contra Santiago y Juan. También ellos tienen las misma “Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, se acercaron a Jesús y le dijeron: "Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir".
 El les respondió: "¿Qué quieren que haga por ustedes?".
 Ellos le dijeron: "Concédenos sentarnos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda, cuando estés en tu gloria".
 Jesús les dijo: "No saben lo que piden. ¿Pueden beber el cáliz que yo beberé y recibir el bautismo que yo recibiré?".
 "Podemos", le respondieron. Entonces Jesús agregó: "Ustedes beberán el cáliz que yo beberé y recibirán el mismo bautismo que yo.
 En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes han sido destinados".
 Los otros diez, que habían oído a Santiago y a Juan, se indignaron contra ellos.
 Jesús los llamó y les dijo: "Ustedes saben que aquellos a quienes se considera gobernantes, dominan a las naciones como si fueran sus dueños, y los poderosos les hacen sentir su autoridad.
 Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes;
 y el que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos.              
 Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud".
REFLEXIÓN
            Jesús deja muy claro que él quiere un cambio total de estructuras y de relaciones. Por tanto, no se trata de figurar, ni de estar bien situado, sino de servir. Jesús quiere eliminar de entre nosotros totalmente las relaciones de fuerza o de superioridad y nos quiere hacer entrar en la plenitud de unas relaciones de reciprocidad que son las relaciones de servicio. Por esto nos invita a ser ambiciosos, sí, pero a ambicionar el último lugar, el que no quiere nadie, el lugar para el que nunca hay peleas. ¡Esta es la respuesta de Jesús! Y lo que nos ha resultado más difícil a lo largo de la historia, y ahora y siempre, es conseguir sustituir las estructuras de autoridad y de poder por valores de igualdad y de servicio. Tanto a nivel personal, como a nivel de comunidad, como a nivel de Iglesia, no lo conseguimos del todo. Nos cuesta crear estructuras de servicio, y más bien, en nuestras organizaciones, hemos tendido a ir copiando con demasiada facilidad las demás organizaciones políticas y sociales; y, por este motivo, demasiado a menudo, hemos caído y caemos en formas de poder y de abuso que son un escándalo para el mismo Jesús.
            Los seguidores de Jesús no podemos organizarnos con modelos de convivencia que no sean los del servicio, porque Dios nos quiere iguales y hermanos los unos de los otros, eliminando todo resquicio de dominio o de poder, de jefes o de súbditos. Como muy bien nos lo recuerda san Pablo, en la Iglesia (¡y también en el mundo!) aunque los carismas sean diferentes todos los miembros tienen que ser iguales.
ENTRA EN TU INTERIOR
NADA DE ESO ENTRE VOSOTROS
Camino de Jerusalén, Jesús va advirtiendo a sus discípulos del destino doloroso que le espera a él y a los que sigan sus pasos. La inconsciencia de quienes lo acompañan es increíble. Todavía hoy se sigue repitiendo.
Santiago y Juan, los hijos del Zebedeo, se separan del grupo y se acercan ellos solos a Jesús. No necesitan de los demás. Quieren hacerse con los puestos más privilegiados y ser los primeros en el proyecto de Jesús, tal como ellos lo imaginan. Su petición no es una súplica sino una ridícula ambición: «Queremos que hagas lo que te vamos a pedir». Quieren que Jesús los ponga por encima de los demás.
 La ambición los divide y enfrenta. La búsqueda de honores y protagonismos interesados rompen siempre la comunión de la comunidad cristiana. También hoy. ¿Qué puede haber más contrario a Jesús y a su proyecto de servir a la liberación de las gentes?
El hecho es tan grave que Jesús «los reúne» para dejar claro cuál es la actitud que ha de caracterizar siempre a sus seguidores. Conocen sobradamente cómo actúan los romanos, «jefes de los pueblos» y «grandes » de la tierra: tiranizan a las gentes, las someten y hacen sentir a todos el peso de su poder. Pues bien, «vosotros nada de eso».
Entre sus seguidores, todo ha de ser diferente: «El que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos». La grandeza no se mide por el poder que se tiene, el rango que se ocupa o los títulos que se ostentan. Quien ambiciona estas cosas, en la Iglesia de Jesús, no se hace más grande sino más insignificante y ridículo. En realidad, es un estorbo para promover el estilo de vida querido por el Crucificado. Le falta un rasgo básico para ser seguidor de Jesús.
En la Iglesia todos hemos de ser servidores. Nos hemos de colocar en la comunidad cristiana, no desde arriba, desde la superioridad, el poder o el protagonismo interesado, sino desde abajo, desde la disponibilidad, el servicio y la ayuda a los demás. Nuestro ejemplo es Jesús. No vivió nunca «para ser servido, sino para servir». Éste es el mejor y más admirable resumen de lo que fue él: SERVIR.
José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
            Por eso debe resultarnos extraño lo que les plantea Jesús a los “Santiagos y Juanes” ante su petición; no se trata de ser primero o segundo sino responder a la pregunta: “¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar?
            Los discípulos no entienden que el proyecto de Jesús no es para alcanzar el poder de este mundo, de esta manera nuestra de organizar la sociedad, sino que es elegir un camino en el que sea posible encontrarse con todas las personas porque todas lo pueden entender y seguir, ya que cada cual puede poner al servicio de los demás todo lo que es, todo lo que tiene y todo lo que hace.
            Jesús nos hace una clara referencia a los dos sacramentos fundamentales en nuestra vida, el bautismo y la eucaristía, que son los que nos deberían transformar en lo más profundo de nuestras personas y tendrían que transformar también todas nuestras relaciones. Porque los que hemos sido bautizados y tomamos parte de la Eucaristía, aquí, nos dejamos servir por el mismo Jesús y no podemos después –con él por excusa- participar en ninguna relación que sea de fuerza o de poder.
ORACIÓN
            Donde haya un árbol que plantar
plántalo tú.
Donde haya un error que enmendar
enmiéndalo tú.
Donde haya un esfuerzo que todos esquivan
acéptalo tú.
Sé el que apartó del camino la piedra,
el odio de los corazones
y las dificultades del problema.
Hay la alegría de ser sano y justo,
pero hay, sobre todo, la inmensa alegría de servir.
Gloria Fuerte.