martes, 24 de abril de 2012

CUARTO DOMINGO DE PASCUA

CUARTA SEMANA DE PASCUA

 La resurrección es el mundo al revés, aunque habría que decir que es el mundo al derecho si no tuviéramos necesidad de efectuar un continuo cambio de nuestras perspectivas. Cristo va delante y nos precede en el camino, conduciendo la historia de los hombres hasta la tierra de Dios. Nadie tiene acceso al Padre si no pasa por la Puerta del reino que su Palabra construye. Los que le siguen han de aprender a reorientar su vida. Si la resurrección canta nuestra victoria, también expresa la nueva Ley de nuestra existencia.
            Y es que no tenemos que hacer ni más ni menos que imitar al Pastor que nos guía. San Pablo resume todo el dinamismo de la resurrección cuando escribe a las primeras comunidades: “Sois hijos de la luz; convertíos en hijos de la luz”.
            La “moral” de la resurrección es, antes que nada, afirmación de la salvación: pertenecéis a Cristo, y nadie puede arrancar de sus manos a aquellos que el Padre le ha entregado. La luz vino al mundo para que quien crea en ella no siga en las tinieblas: la Ley nueva es iluminación y gracia.
            Pero es también aprendizaje en la escuela de aquel que no reivindicó para sí el rango que le hacía igual a Dios. No hay más que un cristiano: Cristo. Sólo él vivió la exigencia del amor hasta el extremo, porque él es el amor. Sólo él puede pretender ser el Camino, porque él trazó, en la sangre y en la confianza, el camino que, a través del Gólgota, asciende hasta el jardín de la Pascua.
            “Seréis como dioses”, había susurrado la serpiente en el jardín del edén. Y el hombre, presa del vértigo, creyó semejante mentira y se vio arrastrado al polvo. El que, en la paciencia y en la oración, trate de conformar su vida de acuerdo con la Palabra de Dios, el que trate de imitar los rasgos del divino Rostro, ése oirá cómo se le dice: “Hace mucho tiempo que yo estoy contigo; desde siempre eres como Dios”. He ahí el cambio total del mundo y la nueva Ley.
29 DE ABRIL
CUARTO DOMINGO DE PASCUA
“YO SOY EL BUEN PASTOR…”
PALABRA DEL DÍA
Jn 10,11-18
“En aquel tiempo, dijo Jesús: “Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estrago y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas. Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son  de este redil; también a esas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo Pastor. Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre”.
JORNADA MUNDIAL DE ORACIÓN
POR LAS VOCACIONES
1ª Lectura: Hechos 4,8-12
Salmo: 117
2ª Lectura:  Juan 3,1-2
REFLEXIÓN
La vida necesita ser pastoreada. Se encuentra con muchos peligros, recibe muchas heridas y escoge caminos equivocados. Necesita un pastor que la defienda y oriente, que la cure y la cultive. Para eso ha venido Cristo, amigo y Señor de la vida.
            Para defenderla. Jesús es la vida y la defiende. Trae medicinas para curar sus heridas. La vida se defiende con el amor. Sus medicinas tienen componentes de amor. Por eso el que no ama está muerto. El que se alimenta de amor vive, no muere.
            Para aumentarla. Vino para que tengamos más vida. Nos aporta un plus de vida. Pero la vida aumenta cuando se entrega –el que la guarda, la pierde-, la vida crece en la medida en que la damos.
            Para eternizarla. Que la vida no muera. Él trajo una medicina de inmortalidad. Para eso había que vencer la muerte. Y para vencer la muerte había que morir. Por eso entregó su vida Jesús, para quitar a la muerte su veneno y convertirla en aliada de la vida. Entregó su vida para que viviéramos en plenitud y para siempre, haciéndonos partícipes de su vida divina.
            Estas medicinas de amor y de vida se concentran en la Eucaristía. Jesús nos invita a comer el pan de la vida. El que come su pan vivirá para siempre. La Eucaristía resulta ser defensa y alimento. Pero la Eucaristía es también entrega hasta la muerte. Y es precisamente esa muerte por amor la que nos salva de la muerte.
El evangelio de este cuarto domingo de Pascua insiste en que Jesús, buen pastor, da la vida por las ovejas, que la entrega libremente. Si queremos imitar a Cristo, tener las actitudes de Cristo pastor, tenemos que ser capaces de amar hasta la muerte. No pensemos en una nueva crucifixión, sino en no vivir para nosotros, en gastar nuestra vida por los demás, en que amemos a las ovejas más que a nosotros mismos. Como Jesús, que se daba todo. ”Recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñaba en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia. Y al ver a la muchedumbre, sintió compasión de ellas, porque estaban extraviadas y abatidas, como ovejas que no tienen pastor” (Mt 9,35-36). He aquí un buen resumen de la actividad pastoral de Jesús.
ENTRA EN TU INTERIOR
Mirad qué amor. A través de estos rasgos que nos ofrece el evangelio de Jesús podemos descubrir la profundidad y grandeza de su amor. Es un amor responsable y delicado, que conoce a las ovejas por su nombre, se preocupa de ellas y las cuida según sus necesidades. Es un amor valiente y poderoso, que defiende a las ovejas de los lobos, aun poniendo en riesgo su vida. Es un amor abierto y universal, no un grupo selecto de ovejas, sino que desea hacer de su redil casa de comunión para todos. Es un amor amistoso y fiel, que busca la empatía, la intimidad, que sabe comprender y perdonar. Es un amor generoso y entregado, hasta darlo todo, hasta darse del todo, hasta hacerse alimento para su rebaño. Y es un amor misterioso, que libra de la muerte.
ORA EN TU INTERIOR
                El rebaño de Cristo no se reduce a un pueblo, por muy escogido que sea. Todos los pueblos son escogidos y amados de Dios. El verdadero pueblo escogido, llamado a formar parte del rebaño amado, son los que se abren a la fe, sean de la nación que sean.
            Las ovejas preferidas son las que se encuentran más vejadas y abatidas, las más pobres y más necesitadas, las más débiles y pequeñas, las que más sufren, todo ese mundo doliente. ¡Son tantas las ovejas que se encuentran solas, que no tienen pastor, que están a merced de los lobos!.
            Puedes hacer una lista de las ovejas más necesitadas, quizá puedas ponerles hasta rostro a muchas de ellas:
·         Los niños: Son tantos los niños sin familia ni protección…
·         Los ancianos: Cada vez más numerosos en el mundo rico, pero menos valorados y más solos…
·         Los enfermos: El mundo del dolor, en el cuerpo o en el alma. No tiene medida. ¡Cuánto miedo, cuanta agonía, cuanta cruz!…
·         Los jóvenes: Desorientados, descarriados muchos, desatendidos…
·         Los inmigrantes: Un éxodo dramático, se les cierran las puertas y se le alzan las vallas…
Podríamos hablar de muchas más ovejas que no son de este redil y que hay que atraer, ¡buena reflexión para este domingo!.
ORACIÓN FINAL
                Pero también, Señor, hacen falta más pastores, más pastores conforme a tu corazón. Tú te vales de muchas maneras para llamar. Puede ser una palabra, una mirada, una seducción: puede ser una luz o un sentimiento interior, algo que no se pasa, algo que te empuja; puede ser un ejemplo, una experiencia de vida. Basta con que sepa verla, sentirla.
            Señor, sé que sigues llamando, sé que me llamas porque me quieres y me valoras, tu Reino, tu Iglesia es grande, hay muchos servicios que realizar. Señor, si me llamas, haz que no dude. Si me llamas, pon en mi boca y en mi corazón una palabra de agradecimiento, no una queja, o una carga, sino un don. Amén.
LUNES DE LA 4ª SEMANA DE PASCUA
30 DE ABRIL
·         Hechos 11,1-18
“El viento sopla donde quiere; oyes el ruido, pero no sabes de dónde viene ni adónde va” (Jn 3,8). El Espíritu sopla sobre la Iglesia y echa abajo las fronteras del judaísmo. Los samaritanos ya han sido reconciliados, pero el paso que ahora se va a dar es aún más importante. En efecto, los gentiles se presentan a las puertas de la Iglesia y se apoderan del reino; comienza el alba de un nuevo Pentecostés. En Cesarea, algunos paganos han proclamado su fe en el nombre de Jesús y han pedido el bautismo. Bajo el impulso del Espíritu. Pedro profetiza: “Si Dios les ha dado a ellos el mismo don que a nosotros por haber creído en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo para oponerme a Dios?” ¡Qué alegría para el pueblo de Dios cuando sus jefes no ponen trabas al dinamismo del Espíritu!.
Por supuesto que surgen problemas y que requieren tiempo para solventarse. Judíos y gentiles se sientan ahora a la misma mesa, comparten la misma comida y comulgan de la copa del Señor. Pero la ley judía prohibía que judíos y gentiles comieran juntos, pues ello constituía una de las principales causas de impureza ritual. También algunos de entre los judeocristianos va a protestar, pero en vano, porque ya no podrán apagar el fuego del Espíritu. Para Dios, la frontera entre lo puro y lo impuro no pasa por los alimentos, sino por el corazón del hombre. Y así habrá de ser también para la Iglesia.
·         Salmo 41: “Mi alma tiene sed de ti, Dios mío”.
Los salmos 41 y 42, pertenecientes al género de las quejas individuales, hablan admirablemente del deseo de los paganos de beber en la fuente de la vida.
·         Juan 10,1-10
Hoy y mañana martes, se lee en el evangelio la parábola del buen Pastor, dirigida inicialmente por Jesús a los fariseos. La parábola entera, contiene varias imágenes parciales: puerta, pastor y ovejas, que se van desarrollando con mayor relieve en las sucesivas etapas. Todo apunta a una misma idea: Jesús es el buen pastor, es decir, su autoridad y misión son auténticas y se realizan en el servicio hasta la entrega de la propia vida para dar vida eterna a sus ovejas.
      Jesús acaba de calificar de ciegos a los fariseos a raíz de la curación del ciego de nacimiento, a quien finalmente ellos excomulgaron de la sinagoga. Y añade a continuación la parábola del buen pastor, que en su primera parte deja en claro que los fariseos, más que guías religiosos  del pueblo, son ladrones y bandidos” que no entran por la puerta, sino que saltan por la tapia del redil.
      Hoy, Jesús comienza por autodefinirse como la puerta de las ovejas. Él es la puerta que conduce a la vida y a la inmortalidad, abriéndonos  la puerta cerrada del  paraíso perdido y franqueándonos el acceso al Padre y a su reino. “Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante”.
La puerta es, además, el lugar por donde se pasa y donde la gente se reúne: “Yo soy la Puerta”, dice Jesús. Quien pase a través de él se verá unido a una comunidad en la que los vínculos interiores de conocimiento, de amor y de mutua participación son más fuertes que los vínculos creados a base de constricción y de prescripciones.
      “Yo soy la Puerta”. Una puerta que se abre sobre un universo hasta entonces prohibido. En los días del pecado, Dios había colocado a dos ángeles como guardianes del paraíso perdido. En adelante, el propio Dios es la puerta y el paso: “He venido para que los hombres tengan vida”.
MARTES DE LA 4ª SEMANA DE PASCUA
1 DE MAYO
·         Hechos 11,19-26
Cesarea era todavía Palestina. Pero la tormenta que se había desatado sobre la Iglesia de Jerusalén había dispersado a los creyentes. Los griegos, sobre todo, habían vuelto a su país de origen. En Antioquía, algunos de ellos hablaron a los griegos. Antioquía era una ciudad importante, capital de un departamento de ultramar. Siria, que englobaba Jerusalén. Pero era una ciudad podrida.
Para el futuro de la Iglesia es una revolución. Hasta ese momento se había admitido a algunos paganos, excepcionalmente, en la comunidad, pero ahora los misioneros se hacen griegos con los griegos, y el Señor “les presta ayuda”. En la gran ciudad pagana nace una nueva Iglesia, independiente del judaísmo. La opinión pública no se equivoca y da, por vez primera, a los discípulos el nombre de “cristianos”.
Los apóstoles envían a Bernabé a que se informe de la situación, y sus conclusiones van a estar a la altura del acontecimiento: partirá hacia Tarso en busca de Pablo.
·         Salmo 86: “Alabad al Señor, todas las naciones”.
El salmo 86, posiblemente emparentado con los cánticos de Sión, celebra a Jerusalén, la ciudad elegida por Yahvé y que para los cristianos es la Iglesia madre, la comunidad cuyo testimonio de fe ha franqueado las fronteras para conducir a los hombres a Dios.
·         Juan 10,22-30
El profeta Ezequiel lo había predicho: los jefes indignos serían desautorizados, y Yahvé suscitaría un único pastor, un mesías de la casa de David. Cuando Jesús se afirma como el verdadero pastor, ¿se aplica a sí mismo el oráculo del profeta? Que lo diga claramente: ¿es el Mesías? En los sinópticos sólo encontramos semejante requerimiento en el transcurso del proceso religioso (Mc 14,61). En Juan, toda la vida de Jesús se desarrolla como un largo proceso, enfrentamiento violento entre la noche de los hombres y la luz de Dios.
Según Jesús, la pertenencia a su grey no se funda en la raza, sino tan sólo en la escucha de su voz, en la obediencia de la fe. Él confió a la Iglesia su misión de agrandar el rebaño a la medida del mundo. Y el libro de los Hechos de los Apóstoles nos muestra ese empeño en marcha. Por ejemplo, en la primera lectura de hoy, hemos visto cómo la cristiandad primera establece en Antioquía de Siria una segunda cabeza de puente para la misión a los griegos, es decir, a los paganos, equiparable a la de Jerusalén para los hebreos.

MIÉRCOLES DE LA 4ª SEMANA
DE PASCUA
2 DE MAYO
·         Hechos 12,24-13,5
El Espíritu sopla huracanadamente sobre la iglesia de Antioquía. Al ir a sacar a Saulo de su retiro, Bernabé había apostado por el futuro. Lleva a Saulo a Antioquía, y ambos pasan allí un año entero con la comunidad, durante el cual instruyen a un considerable número de personas, edificando una nueva Jerusalén, libre de la presión del templo y de la Ley, con sus propios catequistas y hasta sus profetas. Se organiza el servicio de la comunión y, cuando el hambre se abate sobre los cristianos de Jerusalén, que ya no eran ricos, los hermanos de Siria corren presurosos en ayuda de la Iglesia-madre. Al igual que en Jerusalén, los cristianos de Antioquía frecuentan asiduamente la oración y la fracción del pan, y las palabras pronunciadas por Jesús en la última cena van tomando progresivamente su forma definitiva, vertida en la lengua griega. Es justamente durante una eucaristía cuando se levanta un profeta para decir en nombre del Espíritu: “Apartadme a Bernabé y a Saulo para la tarea a que los he llamado”. Y, tras haber ayunado y orado, se imponen las manos a los dos elegidos. Su obra va a ser la obra de toda la comunidad.
·         Salmo 66: “Oh Dios, que te alaben los pueblos…”
El salmo 66 es difícil de clasificar. Los versículos 2 y 3, que son una plegaria, invitarían a ponerlo entre los salmos de súplica; pero los versículos siguientes responden más bien a las características del himno.
·         Juan 12,44-50
Este texto nos ofrece una nueva identificación de Jesús, pues en él afirma Cristo abiertamente: “Yo he venido al mundo como luz, y así el que cree en mí no quedará en tinieblas”. El pasaje pertenece al final de la primera mitad del evangelio de Juan o “libro de los signos”, que concluye constatando la incredulidad de los judíos: “aunque había realizado  tan grandes signos delante de ellos, no creían en él… Y algunos que si creyeron no lo confesaban en público por miedo a los fariseos y para no ser excluidos de la sinagoga, porque prefirieron la gloria de los hombres a la gloria de Dios”.
Cristo es la palabra personal de Dios hecha hombre; por eso escucharle es llegar a la luz y caminar en la misma, es ver a Dios en su persona, pues Jesús es uno con el Padre. Creer en Cristo es más que una declaración externa, e incluso más que una simple disposición interna; es un movimiento de adhesión a una persona, la de Jesús, y de entrega a la misma en un encuentro de absoluta confianza. En la fe hacemos nuestra su persona, de suerte que él llega a ser para nosotros nuestro principio de vida, puesto que Jesús nos ofrece comunión de vida y amor.
JUEVES DE LA 4ª SEMANA DE PASCUA (FIESTA DE LOS SANTOS FELIPE Y SANTIAGO, APÓSTOLES)
3 DE MAYO
·         1 Corintios 15,1-8
·         Salmo 18
·         Juan 14,6-14
VIERNES DE LA 4ª SEMANA DE PASCUA
4 DE MAYO
·         Hechos 13,26-33
En Jesús se cumple plenamente la promesa hecha a los Padres. Unidad de la historia: Jesús ha muerto –muerto ignominiosamente sobre una cruz-, pero con ello ha hecho realidad las palabras de los profetas, que se leen cada sábado en la sinagoga. Ha sido entregado a manos de los hombres, pero para la salvación de la multitud. Dios mismo ha avalado este sacrificio voluntario: ha resucitado a Jesús de entre los muertos; ha aprobado la obra de su Mesías y lo ha entronizado en la gloria suprema.
Los judíos habían pedido una palabra de ánimo: Pablo les dirige una palabra de salvación. Con la resurrección de Cristo, el reino forma parte definitivamente de la historia de los hombres; “verdaderas realidades de David” forman ya parte del patrimonio de la humanidad. “Gracias a Jesús os llega el anuncio del perdón de los pecados, y esta justificación que no habéis podido encontrar en la ley de Moisés es plenamente concedida en él a todo hombre que cree”.
·         Salmo 2: “Tú eres mi hijo: yo te he engendrado hoy”.
El salmo 2 es un salmo real que el soberano recitaba el día de su entronización en Jerusalén. Contiene el decreto divino que ratifica la adopción del monarca por Yahvé y un oráculo que fija su destino.
·         Juan 14,1-6
Se toma el evangelio de hoy de la primera sección del discurso de despedida de Jesús. Después de su anuncio de la traición de Judas y de la triple negación de Pedro, en el ambiente flota un cierto desánimo. Los discípulos están además, tristes e inquietos ante la anunciada partida de Jesús. Por eso él les dice: No perdáis la calma: creed en Dios y creed también en mí. Yo voy a prepararos sitio en la casa de mi Padre para llevaros conmigo más tarde, cuando vuelva de nuevo. Y a donde yo voy, ya sabéis el camino.
Entonces interviene el apóstol Tomás: “Señor no sabemos a dónde vas; ¿cómo podemos saber el camino? Jesús le responde: Yo soy el Camino, y la Verdad, y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí”. Evangelio breve, pero de largo alcance. Dos temas mayores advertimos en él: en primer lugar, la casa del Padre, y después, el camino para llegar a ella.
Pero en uno y otro tema, casa y camino, se trasciende el mero espacio material y físico para adentrarse, más bien, en la experiencia interna de comunión con Dios. Para lograr  este objetivo el único mediador es Cristo. Él lo dijo: “Yo soy el Camino, y la Verdad, y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí”.

¡Y LLEGÓ EL DÍA!
SÁBADO 5 DE MAYO. CORONACIÓN CANÓNICA
DE MI MADRE DE LA VICTORIA








Él te coronó de gloria
cuando te eligió por Madre,
y te dijo Dios te Salve.
Que Dios te Salve, Señora.
Que Dios te Salve, Victoria.

SÁBADO DE LA 4ª SEMANA DE PASCUA
5 DE MAYO
·         Hechos 13,44-52
Momento dramático: Pablo acaba de dirigir a los judíos una palabra de salvación. Ha anunciado que la resurrección de Cristo abría un futuro a todo hombre creyente, ha recordado la antigua promesa de Yahvé a Abrahán: en ti serán bendecidas todas las razas de la tierra”. Es la ruptura: una parte de los oyentes no puede entender ese lenguaje, y se desata la indignación.
Con toda solemnidad y con la libertad del Espíritu, Pablo declara entonces: “Era necesario anunciaros a vosotros en primer lugar la Palabra de Dios; pero, ya que la rechazáis y vosotros mismos no os juzgáis dignos de la vida eterna, mirad que nos volvemos a los gentiles”. La decisión está cargada de sentido. Por una parte, revela un fracaso provisional de la Palabra entre el pueblo de la Promesa; pero, por otra, confirma que los paganos pueden aspirar legítimamente, junto con el Israel fiel, a la herencia de la vida eterna. El amor de Dios no conoce fronteras.
·         Salmo 97: “Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios”.
El salmo 97 canta la alegría de los discípulos, que no conocen eclipse a pesar de las dificultades de la misión. Es un himno a la universalidad de la salvación.
·         Juan 14,7-14
La petición de Felipe nos parece oportuna. Si lo que más importa es el Padre, si la fuente de todo es el Padre, si la meta final es la casa del Padre, si hemos de rezar: Padrenuestro, pues queremos saber algo más del Padre. Muéstranos al Padre, danos al menos un retrato suyo, ojalá pudiéramos ver su rostro, porque ahora vemos en un espejo, confusamente.
Sin embargo, el Señor corrige a Felipe. En el fondo al apóstol le falta fe, como a nosotros. Nuestra fe es más pequeña que un grano de mostaza. Si no vemos mejor a Dios es porque tenemos los ojos embarrados. Sólo los limpios de corazón pueden ver a Dios. Si nuestros ojos del corazón fueran suficientemente limpios, veríamos a Dios en todo. Veríamos en todo y en todos la huella de Dios. Y lo veríamos plenamente en Jesucristo.
La gran respuesta de Cristo a Felipe: quien me ha visto a mí ha visto al Padre. Es la gran respuesta cristiana a todas nuestras dudas y nuestros interrogantes. Cristo es el amén de Dios. Cristo es la plenitud corporal de Dios, el rostro de Cristo irradia toda la gloria de Dios.
QUIEN ME HA VISTO A MÍ
HA VISTO AL PADRE



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