lunes, 23 de febrero de 2015

1 DE MARZO: II DOMINGO DE CUARESMA.



 
 
“Este es mi Hijo amado; escuchadlo.”

1 DE MARZO

II DOMINGO DE CUARESMA

1ª Lectura: Génesis 22,1-2.9-13.15-18

El sacrificio de Abrahán, nuestro padre en la fe.

Salmo 115

Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida.

2ª Lectura: Romanos 8,31b-34

Dios no perdonó a su propio Hijo.

EVANGELIO DEL DÍA

Marcos 9,2-10

“Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo. Se les aparecieron Elías y Moisés conversando con Jesús. Entonces Pedro tomó la palabra y dijo a Jesús: “Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”. Estaban asustados y no sabía lo que decía. Se formó una nube que los cubrió y salió una voz de la nube: “Este es mi Hijo amado; escuchadlo”. De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: “No contéis a nadie lo que habéis visto hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos”. Esto se les quedó grabado y discutían qué querría decir aquello de resucitar de entre los muertos”.

Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.

“Seis días después, Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan, y los llevó a ellos solos a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos.
Sus vestiduras se volvieron resplandecientes, tan blancas como nadie en el mundo podría blanquearlas.
Y se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.
Pedro dijo a Jesús: "Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías".
Pedro no sabía qué decir, porque estaban llenos de temor.
Entonces una nube los cubrió con su sombra, y salió de ella una voz: "Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo".
De pronto miraron a su alrededor y no vieron a nadie, sino a Jesús solo con ellos.
Mientras bajaban del monte, Jesús les prohibió contar lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos.
Ellos cumplieron esta orden, pero se preguntaban qué significaría "resucitar de entre los muertos".
REFLEXIÓN

            En nuestros días no es sencillo escuchar cómo Dios nos habla a cada uno, no es fácil prestarle atención. Pero la verdad es que Dios habla hoy con la misma fuerza que ayer. Pero para escucharlo tenemos que estar atentos y dejar de lado los ruidos internos y externos, esos ruidos que nos distraen, sobre todo ese ruido que llevamos dentro. Se trata, en este tiempo de Cuaresma, de disponernos a escuchar la voz de Dios y a seguir su llamada. Hoy, las lecturas, nos hablan de subir a la montaña, como Abrahán y Moisés, allí donde está la zarza ardiendo o donde está la nube, la presencia de Dios, donde se escucha la voz del Padre. Es un subir espiritual, dejar lo llano, lo seguro, la comodidad, y esforzarnos por acercarnos allí donde Dios está, en la paz, en el silencio, en la belleza.
            Disponer nuestra vida a la escucha de la Palabra de Dios será un excelente ejercicio cuaresmal, recomendable, sin embargo, para todo el año. Y es que Dios habla a cada uno, y seguramente nos sorprenderá aunque, de entrada, no lo atendamos o no lo aceptemos.
            Así lo vemos en Abrahán. Modelo de creyente, padre en la fe, él confía en Dios a pesar de no entender la petición que le hace: ante la dificultad de aceptar su voluntad no se echa para atrás, se deja llevar. Y en la montaña descubre cómo es Dios, no quiere sacrificios humanos porque Dios ama a la humanidad. Dios quiere el corazón del hombre. Un corazón que sepa entregarse, un corazón obediente, un corazón que deposite su esperanza en el Señor. Así la fe de Abrahán lleva a descubrir que Dios bendice a los creyentes, que Dios quiere lo mejor para los que aman y en él confían.

 
            Es verdad que nos dice san Pablo: “Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?”. Aquel que descubre que Dios está en él, a su lado, que lo acompaña en el camino de la vida, va adquiriendo paz y serenidad incluso ante los problemas. Estos ya no son vistos como amenazas, sino como oportunidades para los que le aman y en él confían.
            Así no tenemos nada que temer. Los ojos del creyente ven ante todo lo bueno de los demás, de la vida, de la sociedad. Los ojos del creyente destacan mas lo que los acerca a Dios que no lo que les enturbia la vista. Las personas más creyentes que conozco son también personas que han tenido muchas dificultades, pero su confianza en Dios es más grande que sus problemas y por esto,  pesar de todo, se mantienen en una paz serena que maravilla.
            Vale la pena decirnos entre nosotros que el tener fe en Dios es una gran suerte, un don inmerecido de Dios. La fe da paz y coraje. No somos mejores que los que no la tienen o no la practican. Justamente sabemos que somos pecadores y que necesitamos la misericordia del Padre. En este tiempo cuaresmal lo recordamos especialmente y lo vivimos en el sacramento del perdón. Pero sin embargo, tener fe, nos hace decir a veces, como Pedro: “¡Qué bien se está aquí!”. Sí, sobre todo cuando experimentamos el amor de Dios en la oración y los sacramentos. Y está bien gozar de nuestra fe, gustarla, saborearla, agradecerla.
            Pedro, Santiago y Juan, en el monte Tabor estaban maravillados ante Jesús transfigurado. Se dan cuenta de que Jesús es el Hijo de Dios, ya que lo escuchan de la voz que sale de la nube: “Éste es mi Hijo amado, escuchadlo”.
            Quizá nuestro Tabor, el lugar donde decir “¡qué bien se está aquí!” y donde reconocemos al Hijo de Dios es la Eucaristía. En ella se nos dice: “Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la cena del Señor”. Sí, dichosos los que celebramos la Eucaristía, los que comulgamos, los que la gozamos, los que necesitamos celebrarla cada domingo con toda la comunidad. Es necesario subir a menudo a “la montaña”, es necesario celebrar la Eucaristía, es necesario escuchar la Palabra de Dios en el silencio y la paz de lao ración.
ENTRA EN TU INTERIOR
NO CONFUNDIR A JESÚS CON NADIE
 Según el evangelista, Jesús toma consigo a Pedro, Santiago y Juan, los lleva aparte a una montaña, y allí «se transfigura delante de ellos». Son los tres discípulos que, al parecer, ofrecen mayor resistencia a Jesús cuando les habla de su destino doloroso de crucifixión.
 Pedro ha intentado incluso quitarle de la cabeza esas ideas absurdas. Los hermanos Santiago y Juan le andan pidiendo los primeros puestos en el reino del Mesías. Ante ellos precisamente se transfigurará Jesús. Lo necesitan más que nadie.
 La escena, recreada con diversos recursos simbólicos, es grandiosa. Jesús se les presenta «revestido» de la gloria del mismo Dios. Al mismo tiempo, Elías y Moisés, que según la tradición, han sido arrebatados a la muerte y viven junto a Dios, aparecen conversando con él. Todo invita a intuir la condición divina de Jesús, crucificado por sus adversarios, pero resucitado por Dios.
 Pedro reacciona con toda espontaneidad: «Señor, ¡qué bien se está aquí! Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías» No ha entendido nada. Por una parte, pone a Jesús en el mismo plano y al mismo nivel que a Elías y Moisés: a cada uno su tienda. Por otra parte, se sigue resistiendo a la dureza del camino de Jesús; lo quiere retener en la gloria del Tabor, lejos de la pasión y la cruz del Calvario.
 Dios mismo le va a corregir de manera solemne: «Éste es mi Hijo amado». No hay que confundirlo con nadie. «Escuchadle a él», incluso cuando os habla de un camino de cruz, que termina en resurrección.
 Sólo Jesús irradia luz. Todos los demás, profetas y maestros, teólogos y jerarcas, doctores y predicadores, tenemos el rostro apagado. No hemos de confundir a nadie con Jesús. Sólo él es el Hijo amado. Su Palabra es la única que hemos de escuchar. Las demás nos han de llevar a él.
 Y hemos de escucharla también hoy, cuando nos habla de «cargar la cruz» de estos tiempos. El éxito nos hace daño a los cristianos. Nos ha llevado incluso a pensar que era posible una Iglesia fiel a Jesús y a su proyecto del reino, sin conflictos, sin rechazo y sin cruz. Hoy se nos ofrecen más posibilidades de vivir como cristianos «crucificados». Nos hará bien. Nos ayudará a recuperar nuestra identidad cristiana.

José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR

            Pero los apóstoles bajan de nuevo al llano. Vuelven a la realidad, al mundo. Aún tiene que llegar la pasión en Jerusalén. Mientras tanto descubren, ya que no acaban de comprender lo que Jesús le dice sobre la resurrección de los muertos.
            A nosotros, cuando acabamos la misa, se nos dice: “Podéis ir en paz”. Para decirnos que lo que hemos celebrado, lo que hemos escuchado, vivido y creído lo tenemos que compartir en nuestra vida cotidiana, lo tenemos que comunicar con sencillez, lo tenemos que testimoniar con nuestra vida. Y también nos tocarán momentos de cruz y de pasión, de incomprensión y de duda, pero ya sabemos de quien fiarnos, y esto nos ayudará a no desfallecer, a no echarnos atrás en el camino de la fe.

ORACIÓN

            Señor, da gusto ver a tus tres amigos en el tabor. ¡Qué pena verlos dormidos en Getsemaní! Pedro te había prometido que jamás te dejaría, que daría su vida por ti. Y ahí lo tienes dormido. Tú das en el clavo, porque conoces de qué barro nos hiciste: El espíritu está dispuesto, pero la carne es débil. ¿Me das valor para estar siempre a tu lado? Así seré testigo de las maravillas que hay en tu vida, y oiré la voz del Padre. Este es mi Hijo amado, escuchadlo. Yo no soy muy diferente a Pedro a Santiago o a Juan, prometo muchas cosas y cumplo pocas, me quedo dormido en los mejores momentos y me entra miedo, mucho miedo cuando llega la tribulación o la persecución.
            Con tu Palabra como guía, y con tu Espíritu como fuerza y motor de mi vida, mi transfiguración en fiel discípulo tuyo está asegurada: es la salvación que tú ofreces por amor y yo acepto con gratitud.

Expliquemos el Evangelio a los niños.

Imagen de Fano.